Desorden en la alimentación

Piensa en la comida. Puede ser que seas un amante de la buena mesa, que aprecias una comida bien preparada, de alta calidad que disfrutas saboreando lentamente, acompañado de personas interesantes y enfrascadas en una conversación estimulante. Puede que seas más práctico y veas la comida como  algo necesario para tu salud y bienestar. A lo mejor te enfocas en el placer sensual de los sabores, fragancias y textura de la comida sin que te interese el ritual que un gourmand pueda sentir que es indispensable.

Tus hábitos alimenticios pueden reflejar tus valores cuando se trata de consumir carnes o vegetales, comida procesada u orgánica,  producida localmente o importada. Independientemente de tus preferencias personales con respecto a la comida, una relación consciente y relajada con la comida es sana. Una relación conflictiva no.

Las personas que tienen conflictos o problemas relacionados con la comida, no se sienten para nada relajados con ésta. Para estas personas el comer les trae sentimientos de culpa, vergüenza y auto recriminación. El objetivo de comer (sienten ellos) no es alimentarse, cuidar de su salud o compartir la experiencia con amigos. Es algo completamente diferente que opera de acuerdo a ciertas normas personales, estas normas pueden incluir: comer alimentos bajos en grasas, o calorías, o carbohidratos (las normas varían de persona en persona). Las personas que sufren de desordenes alimenticios están convencidos que comer, trasgrediendo estos supuestos personales con respecto a la comida, determina si son buenas o malas personas.

La comida es esencial para la supervivencia. Cuando fuimos infantes una de las maneras de saber que somos amados y considerados valiosos es que al menor indicio de molestia o llanto nos atendían cariñosamente y nos alimentaban. Nos sentíamos aliviados y contentos y sabíamos que todo iba a estar bien.

La comida puede convertirse en un sustituto o símbolo de lo que necesitamos. Puede ser que se presenten sentimientos de atracción o rechazo a la comida dependiendo de diversos factores como: la herencia genética, nuestro temperamento innato, la dinámica familiar durante nuestra infancia y las circunstancias que nos tocaron vivir.

Podemos deducir que si nuestras necesidades emocionales o personales no importan, que sea más seguro no sentir esas necesidades o que sea una manifestación egoísta sentirlas, es probable que nos neguemos a nosotros mismos la comida que necesitamos.

Podemos también sentir que solo podemos generar la atención que requerimos si somos bellos o atractivos, cuando destacamos en alguna actividad (sea esta laboral, intelectual o deportiva por mencionar algunas), y decidir que nuestras no tan excelentes cualidades son en realidad defectos en nuestro yo interno y que la aceptación o atención que esperamos de los demás depende de ocultar estos supuestos defectos.

Este lado oculto clama por atención, despertando un tremendo apetito, así que comemos de manera desmedida, nos sentimos ansiosos, culpables, avergonzados y vomitamos para regresar a lo ideal: sentirnos delgados, bellos, capaces y adecuados. También puede suceder que empujados por nuestras necesidades emocionales no satisfechas comamos demasiado, es un pozo sin fondo, como la necesidad no es física, no hay suficiente comida en el mundo para llenar esas necesidades emocionales.

Los desordenes alimenticios son indicadores de necesidades emocionales y psicológicas como: aceptación, amor, validación, por mencionar algunos.

El tratamiento para personas que padecen de desordenes alimenticios debe enfocarse principalmente en desarrollar un sólido sentido de identidad y una alta autovaloración.

Ronny Schmatz Wolff

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